Ruta sin mapa

El viajero hace su mochila en medio de la madrugada. El hostal está en silencio y uno de los compañeros de cuarto ronca y se asfixia de cuando en vez. ¨Debería ponerse algo en la boca si sabe que ronca tan duro¨, pensó el viajero mientras dobla los pantalones en rollos y los coloca encima de la cama.

Una luz sobre la mesa de noche alumbra su pequeño espacio en la habitación y se asegura de no hacer mucho ruido porque ya bastaba con los ronquidos de aquel tipo. Antes de partir consulta su documentación: pasaporte, licencia, pasaje de vuelo, libreta de escribir, bolígrafo, un libro de bolsillo que no ha comenzado aún y su cámara análoga de fotografía. Se sienta al borde y se queda mirando el piso en un instante, descansando de su propia intensidad, de tanto movimiento en los últimos días; suspira profundo.

Sabe que busca algo, aunque no sabe qué. Quizá no haya tenido que ir tan lejos de casa para encontrarlo, quién sabe. Recoge su bulto, lo amarra a su cintura. Toma su bolígrafo y escribe una nota en un pedazo de papel: Gracias por el tour, y dibuja una pequeña bandera de su país de origen para identificarse. La deja en la cama al compañero de la litera de abajo. Apaga la luz de la mesa de noche, y a paso firme, cierra la puerta de la habitación.

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